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En 1667, el médico Jan B. an Helmont ofrece una "receta" que permitía obtener ratones por generación espontánea: "Si colocamos ropa interior llena de sudor junto con espigas de trigo en un recipiente de boca ancha, al cabo de 21 días el olor cambia y una fluido vital penetra a través de las cáscaras de trigo, cambiando el trigo por ratones.
Estos ratones son de ambos sexos, y se pueden cruzar con ratones surgidos de una manera normal".
El descubrimiento en 1674 de los primeros microorganismos por parte de Anton van Leeuwenhoek relanza la teoría de la generación espontánea cuando ya empezaba a declinar. Ya no se trataba de carne podrida que engendra gusanos, sino de seres que nadie alcanza a ver directamente con sus ojos, y que se multiplican rápidamente y están en todos los sitios. Han de pasar casi otros 200 años para que Louis Pasteur, considerado hoy como el padre de la microbiología, termine con la polémica de la generación espontánea al demostrar que los microorganismos son los que causan la putrefacción de la materia orgánica, y que se encuentran también en el aire, el agua u otros medios.